jueves, 21 de marzo de 2013

ASESINATO SURREALISTA

Tal y como dije el otro día, la red es un lugar que puede resultar peligroso. Al menor descuido te puedes encontrar con tu nombre pululando por internet sin comerlo ni beberlo, acompañado de otros datos e incluso de imágenes comprometedoras. Hay quien confunde a unas personas con otras y se enzarza en una persecución cuando menos paranoica. Por no hablar de lo fácil que es confundir, para algunos, la virtualidad con la auténtica realidad. Sea como fuere, cuando Sura se topo con Alemán ignoraba la relación que éste podía tener con Albión.  Nuestro amigo Sura tenía una cuenta pendiente con un compañero de aula desde los tiempo del instituto, aunque en su favor hay que decir que se olvidó de su "amigo" hasta que apareció en forma de comentario en una noticia de un periódico. Sura no es rencoroso, simplemente no olvida y el que se la hace se la paga, así pasen mil años. Ahora resulta baladí rememorar los motivos de la inquina de nuestro psicópata particular, baste decir que le mueve el poder, necesita que su víctima sepa quién manda y tiene el control. La noticia en la que halló el comentario iba de arte y lo escrito versaba sobre Oscar Wilde, pero fue el nick: Alemán, lo que le puso sobre la pista. Existía un perfil en el diario con ese apodo, y un blog relacionado con el mismo; y de ahí fue a parar a otro blog que parecía escrito por otra persona. Alemán mantenía largos diálogos con Albión, el autor del otro blog, y todos esas conversaciones versaban sobre lo mismo: política, arte, filosofía, literatura..., y cualquier otro asunto que les permitiera el lucimiento ante los ojos del resto, pocos, en honor a la verdad. Encontró Sura que Alemán y Albión eran la misma persona bajo distintos disfraces; uno fingía escribir desde allá y el otro desde acá. Aquel encaramado al púlpito, éste subido a una vieja caja de madera de cerveza Guinness, en la puerta de un decrépito pub dublinés. La cosa tenía su guasa y su pizca de gracia, sobre todo cuando Alemán sucumbió al requerimiento de una quedada entre blogueros que Sura ingenió. Se citaron en una terraza de la Costa Brava. A su espalda la iglesia de Santa María, envueltos en el aroma de una zarzuela de pescado y en el inconfundible olor de unos mejillones de roca al vapor. Tras la comida y abundantes vinos, cavas y licores, Sura le propuso a Alemán dar un paseo por la pictórica bahía. La tarde amenazaba lluvia, pero los efluvios alcohólicos les sirvieron de acicate, más al segundo que al primero dada su tendencia a la fanfarronería. La conversación se deslizó por el camino del arte y la belleza del paisaje daliniano; sobre la costumbre griega de colonizar a través del comercio e imaginar como sería aquel paraje hace dos mil quinientos años, cuando los colonos griegos arrumbaron a aquella costa casi virgen con sus cóncavas naves y su cultura. El desenlace fatal vino, como siempre, por sorpresa. El paseo se salió de los margenes del pueblo y se fue alzando entre la accidentada y rocosa costa. Ambos se pararon en un saliente que bien podía hacer las veces de mirador. Sura ofreció un pitillo a Alemán y, mientras éste daba la segunda calada disponiéndose a ver el milenario mar desde la turbiedad de los licores y la conversación, bastó un ligero empujón para que se despeñara y quedara tendido sobre la minúscula cala que había treinta metros más abajo, cual hombre invisible.

PD: el autor no se olvida de la calavera con el diente de oro. Espera carta de Sura.