jueves, 7 de marzo de 2013

YO TE BAUTIZO

Al pobre gañán, ahora jubilado por muerto, que fue el padre de Sura, le gustaba leer a los clásicos. Debió ser entre gavilla y gavilla, o tal vez en un descanso mientras cavaba con desazón y azadón en mano el huerto que el abuelo y padre del padre de Sura le había legado, antes de morir, junto a un arroyo que la mayor parte de los días y los años estaba seco como ojo de tuerto, y por el que corrían cantos rodados cuando el hijo de su abuelo tropezaba en ellos al cruzar el cauce. El caso es que allí mismo, un día cualquiera, se sentó en el suelo y apoyó la espalda junto al tronco del sauce llorón sacando de la faja las Vidas paralelas de Plutarco y poniéndose a leer sin más dilación. La preñez de Ramona, su esposa y futura madre de Sura estaba en su cenit, por lo que era probable que al volver a la casa de cuatro paredes de adobe con el improductivo azadón al hombro, el parto se hubiera producido. Contaba Plutarco, hablando de Cicerón, que en Roma habían quedado unos cuantos corrompidos por Catilina a los que reunió y alentó Cornelio Léntulo, apodado Sura. El tal Léntulo era un corrupto que había sido expulsado del Senado y nombrado pretor. El asunto es que Cornelio Léntulo fue cuestor en tiempos de Sila, y dilapidó los dineros públicos en lo que mejor le pareció sin que la plebe obtuviera beneficio alguno de sus manejos. Fue llamado al Senado por el propio Sila para que rindiera cuentas, y presentóse antes los togados con altanería y desvergüenza para decirles que no estaba para dar cuentas (lo cuento casi con las palabras de Plutarco), y que lo que haría sería presentar la pierna, que es lo que hacían los muchachos al hacer falta jugando a la pelota. De ahí le vino el nombre de Sura, ya que así llaman los romanos a la pierna. En su inocencia de labriego leído sílaba a sílaba, a Leandro, que así se llamaba el difunto progenitor, le pareció que Cornelio Léntulo era un hombre de probada inteligencia e ingeniosidad, y que si al volver a casa con el azadón mellado de cavar en el reseco huerto el retoño había nacido, se llamaría Sura.